La religión católica tiene sus raíces en la tradición judeocristiana, que se desarrolló en el contexto del judaísmo en la región del Levante, en el siglo I d.C. La fe católica surge a partir de las enseñanzas de Jesucristo, considerado por sus seguidores como el hijo de Dios y el Mesías prometido en las escrituras judías. Tras su muerte y resurrección, los apóstoles y primeros discípulos difundieron su mensaje por el Imperio Romano y otras regiones, estableciendo comunidades cristianas.
Con el tiempo, estas comunidades comenzaron a organizarse bajo una estructura jerárquica, con figuras como los obispos y el Papa en Roma, que se convirtió en la máxima autoridad de la Iglesia Católica. En el siglo IV, el cristianismo fue oficializado como religión del Imperio Romano bajo el emperador Constantino, lo que facilitó su expansión y consolidación como una religión institucionalizada y unificada en Europa y más allá.
Así, la religión católica se consolidó a lo largo de los siglos como la principal denominación cristiana, con doctrinas, ritos y tradiciones que se han transmitido a través de la historia hasta la actualidad.