Según la doctrina cristiana, Jesucristo fundó la Iglesia católica con el propósito de unir a sus seguidores en la fe, transmitir sus enseñanzas y continuar su misión en el mundo. La institución fue establecida para ser un medio de salvación, enseñanza y comunidad, guiada por sus apóstoles y, en última instancia, por el Papa como sucesor de San Pedro, a quien Jesús designó como líder de sus discípulos (Mateo 16:18-19).
La Iglesia actúa como el cuerpo místico de Cristo en la tierra, encargada de administrar los sacramentos, promover la moral cristiana y extender el mensaje del Evangelio a todas las naciones. La fundación de la Iglesia también refleja el deseo de Cristo de ofrecer un camino de redención y esperanza a toda la humanidad, estableciendo una comunidad universal que trasciende culturas y épocas.