La concepción de salud ha evolucionado considerablemente a lo largo de la historia, reflejando cambios en las perspectivas culturales, sociales y científicas. En la antigüedad, la salud era vista principalmente como la ausencia de enfermedad, un estado de equilibrio físico y mental. Los griegos, por ejemplo, promovieron la idea de un equilibrio entre el cuerpo y la mente, enfatizando la importancia del ejercicio y la dieta.
Con el avance de la medicina y la ciencia, en el siglo XIX y XX, la definición se amplió para incluir aspectos biológicos y científicos, considerando la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solo la ausencia de afecciones. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1948, formalizó esta visión integral al definir la salud como "un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia".
En tiempos más recientes, la conceptualización ha incorporado factores sociales, económicos y ambientales, reconociendo que la salud está influida por determinantes sociales y que las condiciones de vida, trabajo, educación y entorno juegan un papel crucial en el bienestar general. Además, la salud ahora se entiende como un proceso activo de adquirir y mantener un estado de bienestar, más que un estado pasivo a alcanzar.