Aristóteles, uno de los filósofos más influyentes de la antigüedad, abordó la belleza principalmente desde una perspectiva ética y estética, considerándola como una manifestación de la virtud y del orden natural. Para él, la belleza no es solo una cualidad superficial, sino que está relacionada con la perfección, la armonía y la proporción en las cosas, tanto en el arte como en la naturaleza.
Aristóteles sostenía que la belleza reside en la armonía y la proporción. En su obra, especialmente en "Ética a Nicómaco" y en sus escritos sobre la naturaleza, enfatizaba que las cosas bellas son aquellas que muestran un orden y simetría adecuados, reflejando un equilibrio interno que produce placer en quien las contempla.
Para Aristóteles, la verdadera belleza también está vinculado a la virtud moral y ética. Consideraba que la belleza moral y la excelencia en la conducta humana contribuyen a la belleza del carácter y, por extensión, a la belleza en las acciones y en la vida en general.
Asimismo, Aristóteles apreciaba la belleza en la naturaleza, la cual refleja el orden divino y la perfección del cosmos. En el arte, valoraba la imitación de la naturaleza y cómo esta refleja la belleza a través de la forma, la función y la armonía.
En resumen, para Aristóteles, la belleza es una manifestación del orden, la proporción, la virtud y la armonía en las cosas, tanto en el mundo natural como en las acciones humanas, siendo un reflejo de la perfección y el equilibrio que deben buscarse en la vida.